El tiempo va pasando, solemos formar pareja, algunos de nuestros amigos se casan, otros deciden vivir juntos… Llega la convivencia, nos vamos haciendo poco a poco nuestra vida, comenzamos a ver que nuestros amigos comienzan a tener hijos y comenzamos a pensar… y si…?
Tener un hijo es una iniciativa seria, y sobre todo una decisión que implica mucha responsabilidad y madurez. Un bebé puede aportar mucha felicidad a una pareja si ésta se encuentra en un buen momento, es estable y han superado las dificultades propias de la convivencia.
El momento de tener un hijo es muy variado, dependiendo de cada pareja y la situación en la que esté, pero es fundamental ser conscientes de por qué se quiere y que es una tercera persona que entrará en nuestra vida. Los bebés son muy tiernos pero crecen muy rápido y cuanto más mayores se hacen más difícil resulta educarles. Aunque aportan muchas satisfacciones también tienen sus problemas y nosotros tendremos que adaptar nuestra vida a intentar ayudarles en todo lo posible. Acapararán mucho de nuestro tiempo y consistirá sobre todo en que acoplemos el nuestro en función de nuestras posibilidades.
A veces, nos vemos un poco obligados socialmente, comienzan a decirnos… sobre todo a las mujeres, que se nos pasa el arroz, que a qué esperamos, nuestros padres que quieren ser abuelos… Pero la decisión de tenerlo o no es sólo de la pareja y de nadie más.
También hay parejas que se sienten algo obligadas respecto a su pareja, es decir, uno de ellos no lo desea realmente pero su pareja sí. Cuando ceden y llegan a tener ese bebé… realmente la persona que lo deseaba es al final quien lleva el gran peso de cuidarlo y educarlo, y ésto puede llevar a discusiones y tensiones que pueden llegar a problemas mayores. Creo que siempre, tiene que ser una decisión y un deseo mutuo.
Hoy en día conozco muchas parejas que han tenido un intento de salvar su relación teniendo un hijo, y esto supone un grave error. Un hijo aporta mucha felicidad y cuando vemos a las parejas que lo han tenido, desde fuera, se ve todo maravilloso y estupendo, pero un hijo conlleva noches sin dormir, la relación con tu pareja cambia, ya que la atención pasa a ser generalmente para quien la reclama (el bebé), y sobre todo, puede ser la bomba que estalle ante nuestros problemas de pareja. Siendo al final el más afectado por ésta consecuencia nuestro hijo. Un hijo no arregla una relación cuando está dañada, sino que la empeora, por lo que es importante que antes de que tomemos la decisión de tener un hijo estamos seguros de que nuestra relación funciona bien y que realmente deseamos un hijo ambos.
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