La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por el
cúmulo de cambios que se producen, tanto físicos como emocionales y mentales,
que abarca desde los 12 ó 14 años hasta la madurez, alrededor de los 18.
En ésta etapa tienen que asumir los cambios que se están produciendo en su
cuerpo y en sus vidas y a veces sienten que nadie les puede entender, no es
fácil para ellos serlo pero también es difícil para los padres educar
especialmente en ésta etapa.
Ellos están con la sensibilidad a flor de piel y, a veces, los padres perdemos un poco la paciencia y olvidamos que nosotros, en su momento, también tuvimos esas vivencias y nos sentíamos tan perdidos como ellos.
Algunos de los problemas
emocionales más frecuentes son:
- Problemas de autoestima: en ocasiones si los adolescentes reciben muchas críticas ya sea de sus padres o de otros compañeros puede instalarse en ellos la idea de que no sirven para nada, de que todo lo hacen mal.
- Depresión:
las señales de que un adolescente está sufriendo una depresión son
diferentes a las de los adultos.
Debemos estar atentos a sus reacciones y su comportamiento: a veces lo
muestran estando más irritados, o incluso a través de conductas
inapropiadas.
- Anorexia
o bulimia: los cambios que se producen en su cuerpo hacen que a veces
no les guste, piensan que tienen unos kilos de más y quieren perderlo a
toda costa, a base de no comer o vomitar lo que comen, éste problemas
afecto hoy a muchos adolescentes y es importante observarlos detenidamente
si creemos que puede tener ciertas conductas de éste tipo.
- Timidez
excesiva: el exceso de timidez puede causar a los adolescentes
problemas para relacionarse con normalidad con sus compañeros y con los
adultos.
- Trastornos
de ansiedad: causados por miedos o fobias ante algunas situaciones.
¿Cómo podemos
ayudarles?
Es importante hacerles entender que nosotros queremos
ayudarles, que no somos sus enemigos y tendremos que hacer lo posible para que
no dejen de confiar en nosotros.
Ayudarlos a enseñarles modos sistemáticos para resolver de
forma más inteligente y justa sus tensiones y conflictos puede ser un
procedimiento muy eficaz, elaborando un plan de soluciones en el que valoremos
el conflicto, y tomemos conjuntamente una solución de cómo podríamos
solucionarlo, siempre de manera realista, y después llevarlo a cabo.
También podemos ayudar a nuestros hijos a resolver conflictos,
enseñándoles a afrontar situaciones estresantes, detectando y corrigiendo
pensamientos distorsionados, que contribuyen a que el estrés aumente y
obstaculicen la puesta en marcha de soluciones. Algunas distorsiones frecuentes
son:
- Tendencia a ver
o recordar solamente un aspecto de la realidad, que generalmente es negativo.
- Pensamiento
dicotómico, es decir las cosas son blancas o negras, pasando de un extremo al
otro sin considerar posiciones intermedias.
- Fatalismo: perciben falta total de control sobre los
acontecimientos que se viven.
- Confusión de los pensamientos y de las emociones con la
realidad, o tendencia a creer que lo que pensamos acerca de la realidad es la
propia realidad y lo que sentimos como verdadero necesariamente lo es.
- Interpretación
exagerada de la conducta de los demás
como intencionada y negativamente dirigida hacia uno mismo. El egocentrismo del
adolescente puede contribuir a este sesgo cognitivo. Para superarlo conviene
activar explicaciones alternativas (accidentes, coincidencias e intenciones
positivas).
Para que la convivencia
en la familia sea mejor para todos sus miembros podemos intentar:
- Estimular su capacidad para que tomen decisiones que los
afecten en nuestra vida diaria.
- Evitar monólogos, las lecciones y las riñas en la medida
de lo posible, ya que esto no suele ser muy efectivo.
- Hacer más cosas conjuntamente que para ellos sean
gratificantes.
- Crear un momento al día que sirva para comunicarnos con
ellos, por ejemplo la cena.
- Evitar expresiones que puedan ser vividas como un ataque o
un rechazo a la posición de los otros, como las interrupciones, los gritos, las
amenazas, los insultos, las críticas (que despiertan actitudes defensivas), así
como la escalada de amenazas y expresiones agresivas que se producen en
situaciones muy estresantes.
- Cuando resulte difícil llegar a un acuerdo en asuntos
relevantes, puede ser necesario elegir un momento de serenidad para todos en el
que buscar soluciones consensuadas, intentando que cada parte se ponga en el
lugar de la otra.
¿Qué problema te resulta más difícil afrontar con tu hijo adolescente?
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