domingo, 17 de febrero de 2013

PROBLEMAS EMOCIONALES EN LA ADOLESCENCIA


La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por el cúmulo de cambios que se producen, tanto físicos como emocionales y mentales, que abarca desde los 12 ó 14 años hasta la madurez, alrededor de los 18.
 

En ésta etapa tienen que asumir los cambios que se están produciendo en su cuerpo y en sus vidas y a veces sienten que nadie les puede entender, no es fácil para ellos serlo pero también es difícil para los padres educar especialmente en ésta etapa.

Ellos están con la sensibilidad a flor de piel y, a veces, los padres perdemos un poco la paciencia y olvidamos que nosotros, en su momento, también tuvimos esas vivencias y nos sentíamos tan perdidos como ellos.

Algunos de los problemas emocionales más frecuentes son:

  • Problemas de autoestima: en ocasiones si los adolescentes reciben muchas críticas ya sea de sus padres o de otros compañeros puede instalarse en ellos la idea de que no sirven para nada, de que todo lo hacen mal.
  • Depresión: las señales de que un adolescente está sufriendo una depresión son diferentes  a las de los adultos. Debemos estar atentos a sus reacciones y su comportamiento: a veces lo muestran estando más irritados, o incluso a través de conductas inapropiadas.
  • Anorexia o bulimia: los cambios que se producen en su cuerpo hacen que a veces no les guste, piensan que tienen unos kilos de más y quieren perderlo a toda costa, a base de no comer o vomitar lo que comen, éste problemas afecto hoy a muchos adolescentes y es importante observarlos detenidamente si creemos que puede tener ciertas conductas de éste tipo.
  • Timidez excesiva: el exceso de timidez puede causar a los adolescentes problemas para relacionarse con normalidad con sus compañeros y con los adultos.
  • Trastornos de ansiedad: causados por miedos o fobias ante algunas situaciones.

¿Cómo podemos ayudarles?

Es importante hacerles entender que nosotros queremos ayudarles, que no somos sus enemigos y tendremos que hacer lo posible para que no dejen de confiar en nosotros.

 Como padres es fundamental que aprendamos a ser empáticos (intenta sentir cómo se sienten ellos y ponerte en su situación), esto nos hará que aprendamos a resolver los conflictos de manera más inteligente

Ayudarlos a enseñarles modos sistemáticos para resolver de forma más inteligente y justa sus tensiones y conflictos puede ser un procedimiento muy eficaz, elaborando un plan de soluciones en el que valoremos el conflicto, y tomemos conjuntamente una solución de cómo podríamos solucionarlo, siempre de manera realista, y después llevarlo a cabo.

También podemos  ayudar  a nuestros hijos a resolver conflictos, enseñándoles a afrontar situaciones estresantes, detectando y corrigiendo pensamientos distorsionados, que contribuyen a que el estrés aumente y obstaculicen la puesta en marcha de soluciones. Algunas distorsiones frecuentes son:

-        Tendencia a ver o recordar solamente un aspecto de la realidad, que generalmente es negativo.

-        Pensamiento dicotómico, es decir las cosas son blancas o negras, pasando de un extremo al otro sin considerar posiciones intermedias.

-       Fatalismo: perciben falta total de control sobre los acontecimientos que se viven.

-       Confusión de los pensamientos y de las emociones con la realidad, o tendencia a creer que lo que pensamos acerca de la realidad es la propia realidad y lo que sentimos como verdadero necesariamente lo es.

-        Interpretación exagerada de la conducta de  los demás como intencionada y negativamente dirigida hacia uno mismo. El egocentrismo del adolescente puede contribuir a este sesgo cognitivo. Para superarlo conviene activar explicaciones alternativas (accidentes, coincidencias e intenciones positivas).


Para que la convivencia en la familia sea mejor para todos sus miembros podemos intentar:

- Estimular su capacidad para que tomen decisiones que los afecten en nuestra vida diaria.

- Evitar monólogos, las lecciones y las riñas en la medida de lo posible, ya que esto no suele ser muy efectivo.

- Hacer más cosas conjuntamente que para ellos sean gratificantes.

- Crear un momento al día que sirva para comunicarnos con ellos, por ejemplo la cena.

- Evitar expresiones que puedan ser vividas como un ataque o un rechazo a la posición de los otros, como las interrupciones, los gritos, las amenazas, los insultos, las críticas (que despiertan actitudes defensivas), así como la escalada de amenazas y expresiones agresivas que se producen en situaciones muy estresantes.

- Cuando resulte difícil llegar a un acuerdo en asuntos relevantes, puede ser necesario elegir un momento de serenidad para todos en el que buscar soluciones consensuadas, intentando que cada parte se ponga en el lugar de la otra.

 

¿Qué problema te resulta más difícil afrontar con tu hijo adolescente?

 

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